El jarabe tapatío es uno de nuestros símbolos de identidad nacional, el cual no sólo representa lo mexicano, sino también rebeldía.
No cabe duda que el baile más conocido en México es el jarabe tapatío, mismo que al escucharlo nos hace sentir orgullosos de nuestras costumbres y tradiciones. No obstante, tuvieron que pasar varios años antes de que se convirtiera en el emblema nacional, pues se le consideraba de índole impúdica.
La composición del jarabe tapatío tiene sus orígenes en el jarabe gitano, baile del siglo XV originario de Andalucía, España, que llegó a México después de la conquista.
Se cuenta que entre los siglos XVII y XVIII los criollos, en sus ratos libres, bailaban los jarabes y aunque originalmente lo realizaban los hombres, después fueron incluidas las mujeres. Sin embargo, al zapateado español se le dio el toque de la picardía mexicana junto con otros movimientos de danzas indígenas.
Las autoridades eclesiásticas y gubernamentales del virreinato no estuvieron de acuerdo con la forma en que el pueblo bailaba, pues lo consideraban pecaminoso e inmoral. Por lo anterior, se prohibió la ejecución del jarabe.
Según el INAH, durante la Independencia el jarabe se volvió un símbolo de libertad e identidad para los mexicanos, pues se le consideraba un acto de rebeldía hacia la Colonia.
Durante el siglo XIX, el jarabe se convirtió en el baile nacional y se ejecutaba en los estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Guanajuato, entre otros pueblos costeros.
La versión actual del jarabe tapatío pertenece al músico jalisciense José de Jesús González Rubio, quien fusionó distintos sones de la República Mexicana.
No fue hasta el siglo XX que el Jarabe Tapatío se dio a conocer al mundo. El 9 de enero de 1920, la reconocida bailarina rusa Anna Pavlova visitó nuestro país y lo bailó en puntas, vestida de china poblana y frente a más de 30,000 espectadores en la Plaza de Toros.