Es conocida como Na Ana, se le ve cansada, con los años a cuestas pero, sigue trabajando igual como cuando las arrugas no eran tan pronunciadas en su rostro, se le ve pasar muy temprano, su destino es el campo, su objetivo juntar leña y recoger alguna otra provisión que la naturaleza le provea, ella no tiene esposo, vive sola como muchas mujeres de la comunidad, unas enviudaron y otras tantas nunca se casaron por eso ellas son las encargadas de acarrear su propia leña y cubrir sus propias necesidades sin embargo, Na Ana es especial, roba siempre miradas, llama la atención de todo mundo que la ve pasar con su tercio de leña en hombros, la vida nos parece tan injusta en ese momento y se nos hace casi imposible pensar que alguien de su edad y condición física soporte tanto peso sobre su espalda o cabeza solo ella y Dios saben cómo equilibrar el peso de la leña y de su propia vida, qué difícil tarea, no todos estamos habituados a ello, pero ella es fuerte como un roble y toda la vida siempre se le ha visto seguir la misma ruta, sólo que ahora el peso de los años se nota más en su diminuta figura.
En un futuro no muy lejano, esas mujeres que hoy pasan solas llevando a sus hijos al campo, serán las próximas na Ana, porque está actividad todavía se transmite de generación en generación en el pueblo mazateco. Ellas no luchan por una igualdad de género, al igual que Na Ana, desde antes ya vivían su propia igualdad, demostrando a la sociedad que ellas también pueden, que el trabajo pesado no es cosa exclusiva de hombres
Los años podrán arrugar la piel, pero, no el espíritu.